Llevo unos días enfrentándome a escribir mi primera entrada en el blog, sin inspiración, sin temas, cansada del calor del verano y también recuperándome poco a poco. Hoy, de repente, ocurre algo y sé que debo escribir sobre ello. He decidido duplicar esta entrada, tanto temáticamente (España, Viajes y Cocina) y también escribirla en mis dos idiomas.
(Fotografía de la autora: botella de vino de la casa con libro de visitas de recuerdo)
España, como la mayoría de los países mediterráneos, destaca por sus gentes comunicativas y sociables. Una simple salida para hacer la compra diaria puede convertirse en toda una aventura, en la que nos cruzamos con nuestros vecinos, hablamos con el panadero, el carnicero, el farmacéutico, a menudo sobre asuntos personales, nuestros y de ellos. Estos contactos cotidianos, aparentemente superficiales, dejan poco a poco de serlo con el paso de los años. Personas, a las que hemos visto casi todos los días durante mucho tiempo, se vuelven extraordinariamente cercanas a nosotros y sus palabras sinceras pronunciadas en momentos difíciles, una sonrisa, un apretón de mano, su calidez, dejan huella para siempre en nuestra memoria.
El protagonista de hoy será mi buen amigo Emilio Rufes, propietario de la singular y ambientada bodega abulense La Bodeguita de San Segundo, un señor de poco más de sesenta años, con el pelo canoso alborotado, bajo un sombrero de paja, vestido con una camisa blanca de lino, una amplia sonrisa y la calidez que desprenden sus ojos, siempre recibiendo en su local con una conversación amigable y sincera. Don Emilio fue presidente de la Asociación de Sumilleres de Ávila durante catorce años, y se convirtió en uno de los principales promotores de los vinos, no sólo de Ávila, sino también de la región de Castilla y León. Se implicó a fondo en la organización de ferias enológicas, regionales y nacionales, así como en la Semana Internacional de Jazz de Ávila, un hombre muy vinculado con la hostelería y la de toda la vida de primera calidad, con un toque de elegancia, pero también con la cultura, vida literaria y artística, cuyos ilustres representantes visitaban su establecimiento. Desde hace unos años, Emilio había empezado poco a poco a involucrar a su hijo mayor Augusto para poner en sus manos su herencia de veinticinco años, creada con pasión, con sus tradiciones y una increíble colección de vinos de primera calidad, sin embargo, siempre estaba allí y seguía charlando con los clientes y ayudando al personal a atender a los clientes.
(Fotografía porporcionada por Paquita – la mujer de Emilio: Emilio, durante uno de los festivales de jazz en Ávila)
Como de costumbre, mis pasos me llevaron hoy a La Bodeguita de San Segundo, para el tradicional vino y las tapas de antes de comer, encontrándome con la mirada triste de bienvenida de Augusto. Mi corazón se agitó, presintiendo algo triste… Sí, Emilio había fallecido repentinamente el 22 de julio. Decidí quedarme más tiempo en la comida del picoteo para estar con Emilio, sí con él, cuya presencia se sentía allí en cada rincón, asimilando la triste realidad, hablando con Augusto y Paquita – la mujer de Emilio y la madre de Augusto. De forma casual, me senté en el asiento favorito de Emilio en la bodeguita, donde recibía a sus amigos escritores y concedía entrevistas a los periodistas, durante los eventos culturales.
(Fotografía de la autora: En la mesa de Emilio con un vino y una tapa de patatas revolconas)
¡Por los bellos e inolvidables momentos en tu compañía, Emilio!
(Ávila, agosto 2023)